La tozudez puede llevarte a situaciones extrañas tales como terminar con las manos llenas de ampollas debido a agarrar durante demasiado tiempo un volante que está ardiendo de calor.
Todo empieza cuando te dispones a ir al cine una tarde normal de un domingo normal. Bueno no es un domingo cualquiera, es el anterior a ir a trabajar después de unas vacaciones y eso ya no da buenas vibraciones al día ^_^. Cuando llegas al coche, qué ven tus ojos!?! Tienes el coche totalmente aprisionado entre dos coches (dueños considerados -léase la ironía-) Distancia real entre el coche de delante, pongamos para no exagerar de tamaño pequeño "5 cm", y distancia para con el coche de atrás unos "7 cm". ¿Imposible? No, no es imposible sacar el vehículo, de hecho fui a ver "Como Dios", y ninguno de los amables conductores apartó alguno de los vehículos... Me lo tomé con filosofía, me calmé y me dispuse a comenzar las maniobras varias que debía hacer para poder sacar el coche en esas condiciones tediosas. Al abrir la puerta del coche un calor inhumano salía del coche como venido del mismísimo infierno. Al sentarme el calor comenzaba a invadir mi cuerpo. Bajé la ventanilla. Arranqué. Puse las manos en el volante y "AYYYYYYY" quemaba bastante demasiado. Sin pensar ni siquiera intuir las consecuencias, me aferré al volante y comencé a girarlo (hay que decir que no tiene el coche dirección asistida sino "insistida"). Las palmas de las manos sentían el volante como si de brasas se tratara pero mi obstinación me llevaba a casi obviar el dolor. Giros a la derecha. Giros a la izquierda. El sudor empezaba a presenciarse, no del calor, porque era un sudor frío acompañado de escalofríos o escalocalientes (ya no sabría describirlos) que indicaba que estaba sufriendo quemaduras. Aun no racionalizaba la situación y poco a poco el coche estaba casi fuera. Una sensación extraña en las yemas de los dedos me hizo instintivamente mirarlas, entonces fue cuando me di cuenta de que la epidermis de las manos, por las zonas que estaban en contacto con el volante estaba como derretida y preludiaba unas incipientes ampollas. Sin querer pensar lo que se avecinaba y viendo que el coche estaba casi fuera, volví a colocar las manos en ese volante infernal pero ahora me dolía mucho más además de que se me resbalaba entre los dedos casi arrastrando la piel pegada al volante (esa era la sensación que daba menos mal que no llegó a pegarse piel al volante :S ). Las últimas maniobras se hicieron más difíciles debido a que no podía hacer tanta fuerza como antes por causa del dolor. Pero logré sacar el coche. Como pude conduje entre un febril desmayo y un delirio de escalofríos predominado por la idea de llegar a casa de la amiga que debía recoger para ir al cine. Hice tan mala sangre de la situación que llevaba el coche revolucionado, el ruido y la velocidad brusca me calmaban de manera psicosomática.
Logré llegar a casa de la susodicha y le expliqué lo que me había pasado por el camino, pero no di tiempo siquiera a enseñarle las palmas de las manos, había que llegar al cine. Por lo que ambas imaginábamos como pudieran estar las palmas pero aún no habíamos llegado con la imaginación a la realidad de cómo estaban. Cuando aparqué en un lugar asegurándome de que después no hubiera ningún hijo de su querida madre que me dejara encajada y que no hubiera muchas maniobras que hacer, nos dispusimos a mirar las manos. Descubrimos que ambas palmas estaban llenas de ampollas de diferentes tamaños y los dedos en toda su longitud. Mis manos temblaban y el cuerpo tenía una reacción febril tal de insolación.
Cuando llegamos dentro del cine fui directa a comprar una cocacola(bueno pepsi) bien fresca pero no para beber precisamente, sino para sujetarla con sendas manos y aliviar con un agridulce dolor las manos resentidas.
Al acabar la película miramos de nuevo las manos y las ampollas ya estaban totalmente formadas y me era imposible conducir así. Como pude dejé a mi amiga en su casa y yo, no, no fui a casa, debía ir a casa de otra amiga con la que había quedado. Ésta vive en un pueblo cercano, así que me dispuse con tranquilidad a ir. No podía correr porque con las manos así no podía hacer ninguna maniobra brusca por algún imprevisto en la carretera o accidente. Aunque supongo que en situaciones límite haces lo que sea y es preferible tener la mano hecha un destrozo a tener la cara como un cromo.
Pasaban las horas y las ampollas se ponían más insoportables, cuando iba a ir a casa decidí curarme las que peor estaban y me molestaban más para conducir.
Para colmo cuando llegué a casa del calor no podía dormirme y me dio insomnio. Y al despertar esta mañana tuve que volver a hacerme una cura de las ampollas porque habían vuelto a formarse.
Eso sí... no me anduve con miramientos a la hora de sacar el coche del aparcamiento diabólico, si el coche de delante o el de detrás sufrió algún rayazo... que no me hubiera encajonado de aquella manera, que todos tenemos derecho a coger nuestro coche cuando necesitemos o queramos.
Quien le dice a los considerados aquellos que no tuviera que coger el coche por alguna urgencia????? Y si hubiera tenido que llevar a alguien al hospital?????
La gente es una descerebrada y he aprendido que la testarudez se paga con un precio alto.
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